martes, 20 de agosto de 2013

Julius el fogoso




Se nos escapa Julio. Julius el fogoso arremetió contra nosotros lanzando bolas de fuego y bolsas de hielo. La nieve reciente en el puerto de Béjar es testigo de la dicotomía de sus impulsos. La sierra parece un gorila de espalda plateada mirando las noticias entre las nubes; nada interesante; la misma postura aristocrática de nuestros mandatarios posando con su mejor traje para las fotos del telediario. A él ya no se la cuelan, los gorilas escatiman las palabras, sin embargo sus gestos inequívocos apabullarían a cualquier crítico al recostarse echándose la siesta, dejando de lado los noticieros. Los gorilas esquivan la mediocridad con tal elegancia que las argucias de los políticos les resbalan por las laderas de sus pilosos flancos, serán otros de vida más fugaz los que tengan que rebelarse, ellos permanecen impertérritos ante la avalancha de recortes que oscila sobre la soga de nuestras vidas. Son los frutos maduros de un tiempo que data la orogenia cincelando su litografía de silíceo, los frutos -que pesar del esfuerzo de nuestras manos- permanecerán graníticos, asentados en la vertiente más hierática del tiempo, si subrogarse a primas de riesgo, ni avatares de ladrones del rédito que frecuentan las tabernas en la franja divisoria con nombres como “cajas sin lindera” de vapor efímero.

Autora texto: Ana Ruibarbo


Autora foto: Aisha B/Proyecto Gran Simio-



viernes, 5 de agosto de 2011

Carbones



Se subió a la silla con esfuerzo, colocando primero sus manos sobre el asiento tomó impulso, se estiró la melena hacia los lados con las palmas casi negras de jugar en el suelo. Dos ojos como el carbón me miraron implacables. Asaltó la barrera de cachivaches que se extendían en aquella larguísima exposición. Yo estiré la mano como el día anterior y esta vez me enganchó de un dedo con sorprendente firmeza.
 -¿No podrías darme tu darme algo de dinerillo? - me apretó. La miré inquieta:
 -No, no puedo-, su voz me recordaba muchísimo a la gente que antes solía pedir de puerta en puerta.
  -¿No podrías darme sólo un poco de dinerillo?- me insistió con esa mirada de grito. Y de debajo de la mesa salió otra cabecita menuda, con cierto parecido, el pelo largo y los ojos rotos al saber los ojos de su amiga.
  -¡Manuela- le dijo- calla ya, por favor!-, un brazo menudo le ayudó a bajarse. Vi en la más grande una mirada de fiera herida que defendía con un rictus de temprana amargura a la que consideraba una niña, cuando apenas dos centímetros las distanciaban como medida.

No se trata de  un cuento de Dikens,  aquí también hay gente que pasa necesidad, que ha perdido su casa o que nunca podrá tenerla, qué no tiene para dar a comer a sus hijos, o no cuenta con  capacidad mental suficiente para mantenerlos a su cargo, y sin embargo los conserva consigo.
Algunos de los  pequeños no disponen de  recursos materiales y otros carecen de atención;  les están malcriando consentidos,  les cuidan  extraños. 




¿No se merecen algo mejor?

miércoles, 29 de junio de 2011

Epistolario penúltimo.


Como una losa que aprisiona los pulmones se perfilan los días en el horizonte, mientras, te acompaño en  esta singladura marcada como la pauta en nuestra propia concepción.

Cada segundo navegamos hacia el ocaso, para eso vinimos aquí. Nadie sabe si seremos como individuos la ruptura de un proceso, el catalizador de otro, la mutación en un microcosmos que evolucione e irrumpa en dimensiones más allá de nuestra certeza. Quizá resulte  más sencillo tener peso como especie, dejarnos de egocentrismos personales.
¿Somos como a priori parecemos un microbio en esta red llamada universo?  ¿Un microbio imprescindible para el futuro de la vida? Estoy convencida de nuestra pequeñez al tiempo de nuestra trascendencia.

Mi deseo es que esa consciencia del tiempo efímero  no nos impida disfrutar de este fantástico viaje con esa puesta incluída, podamos superar los calambres que provocan las mutaciones del trayecto. Y aprovechar el éxtasis de este instante que se llama existencia.

viernes, 6 de mayo de 2011

Morir o Matar. Cuestiones de fe.


Juramos morir o matar sobre aquel libro en nombre de la santa fe.

 El destino cínico sometió nuestras espadas en el cinto, procrastinadas. Nos mantuvo en duermevela en la penumbra sinuosa de los meses, y develó las horas como gotas de monótona atonía fracturada por el trasiego de las sombras. El aislamiento cinceló la forma exacta de cada palabra y cada visión; única con respecto a lo que conocíamos. Con aquella patina muñimos las aristas de las incompresiones.  Hacinados entre los muros de aquella fortaleza aunamos fuerzas  y armas para combatir el mismo enemigo. Sin ánimo de sectarismos agrupamos a los hombres por estratos para coordinar sus trabajos, a las mujeres por funciones, y a los niños …, en realidad mi boca se queda sin saliva cuando digo niños. Ellos, -por los que tanto luchamos- nos miraron como seres deleznables, con una mezcla de asco y dolor antes de intentar su huida por los pasadizos del castillo. En esta ocasión no dejamos a merced del preboste el destino de nuestra descendencia, ni al palafrenero la guía de nuestra ruta. Tuvimos que matarlos aún en medio de la controversia que aquello suscitó. Delatarían nuestra posición.
Y pasamos a cuchillo sus gargantas, las de nuestros hijos.Uno a uno, por separado, con la mirada aún tierna, colocamos sus cabezas con especial mimo en una pira y nos reunimos a solicitar perdón por sus afrentas. La capilla confundiose con los aromas del incienso, el pelo y la piel, una niebla espesa escaló sobre nuestras cabezas poseyendo la habitación.

“Un hombre que muda de parecer se pierde a si mismo el respeto. Un hombre que ceja en su destino de defender lo que las sagradas leyes le encomendaron de modo tan arduo no posee nada que legar a su descendencia” Apotegma  tallado en los “muros del séptimo castillo” según reza la misma piedra.

6 mayo 2011

lunes, 21 de marzo de 2011

Una guerra sobre mis pantorrillas




Por una vez me gustaría pensar que recostados sobre mis piernas tengo dos muchachos beligerantes   discutiendo sobre quién llegó  primero,  me gustaría ... 
 Las imágenes irrumpen como misiles en la retina.
"El amanecer de la Odisea"  me  arrebuja   en una pelota que se aleja  con mis deseos camino a la papelera; estamos en *guerra con Libia.    Nos sumamos con la ONU a los combatientes en un conflicto civil; no han respetado las líneas francas  y se supone debemos proteger en esa zona a los civiles del otro bando libio masacrados. 
A pocas horas de esto hemos bombardeado la plaza fuerte de Gadafi, algo que él como estratega  esperaba, por eso emplea un escudo humano  como elemento disuasor y al tiempo   de  arma de propaganda .  
El uso de la demagogia -la manipulación mediática-,  me pone la carne de gallina y me estremezco ante la población de ciudadanos que ajenos a esto son zarandeados con consignas sobre la yihad y  amenazan a los países musulmanes del norte de África que no se han suscrito a su bando, -eso por un lado-, por el otro la crisis en general; la del petróleo en concreto siempre zumba detrás de la oreja de occidente,  de momento nos hallamos en máximos históricos del precio del crudo que podrían amainar dependiendo de qué bando salga victorioso de la contienda. 
Las diatribas son  bombas, las diatribas bien programadas poseen el efecto de la energía nuclear pues apelan a nuestro lado más emocional y como células mutadas aguardan en el interior el momento propicio de la expansión . De cuantos menos recursos dispongamos para  ser críticos,  de discernir  para apreciar el juego subyacente por el poder; más fácil resultará manipularnos. 
La realidad lejos del análisis  de la información que nos asalta  habla de violencia, terror y muerte provocados una vez más por la sed de conquista del poder del animal que nos habita, pongámosle el pretexto ideológico, económico, histórico, político según la prelación que queramos, pero si abrimos un libro de biología no abundan las diferencias de nuestro comportamiento y el de las bacterias y los virus, de hecho el mayor virus sobre la tierra es el que domina la tecnología.


La foto se la debemos a Miguel Suárez.


*En teoría nuestra "guerra" se denomina misión de paz que llevan a cabo los cascos azules.


domingo, 20 de marzo de 2011

Tomo aire y ¡comienzO!

Un mundo entero se construye en mi mente sin que yo lo controle, un sin fin de imágenes rompe la monotonía del silencio sin que sepa a qué estructura dará vida el traqueteo de mis pensamientos en esta contienda contra el efímero tic tac de mi naturaleza.



En la inmensidad de esa playa, dentro de mi fragua, sólo soy un viajante más que intenta comprender por qué tengo unos altos hornos en movimiento constante. Caen las vigas, se dividen y ramifican, parten otras, se conectan, electrifican y bullen a una temperatura infernal mientras admiro con vértigo el estallido y me pregunto cómo darles caza.

Cuando por fin me relajo, todo cobra sentido.

¡A veces resulta tan complicado romper el hielo!